Versión: Manauri Jorge

En la tarde del martes el pánico se apoderó de los habitantes de la isla Hispaniola, específicamente de los haitianos, por un temblor de tierra de 7.3 grados en la escala de Richter. En República Dominicana el fenómeno se sintió con leve presencia, aunque provocó que los criollos salieran a las calles aterrados por lo ocurrido, lo grave del caso es que a miles de haitianos no le dio tiempo de hacer lo propio y quedaron atrapados bajo los escombros. Los que quedaron con vidas...

El terremoto en Haití se produjo alrededor de las 5:55 de la tarde, hora local, con un epicentro a sólo 15 kilómetros de Puerto Príncipe, causando daños significativos en la capital, donde al menos cien edificios se han derrumbado, incluyendo el palacio presidencial.

A menos de 24 horas de ocurrrir la escena horripilante en la isla, las secuelas de este fenómeno podrían ser peores que el propio desastre: epidemia por los cadáveres putrefactos que serán encontrados por el hedor; violencia irracional por desesperación e impotencia; migración incontrolada de haitianos a República Dominicana; tráumas físicos y sicológicos de ambas naciones; choque de aviones o helicópteros por el colapso total de la torre de control aéreo del aeropuerto internacional Toussaint Louverture; hambruna y deshidratación colectiva; depresión incontrolada de los afectados; hasta reubicación de la capital haitiana por lo irreconocible que se pinta el panorama.

Como país hermano y vecino, nos compete ser los primeros en brindar la mano amiga a este pueblo que, no obstante de ser uno de los más pobres del mundo, ahora pulula entre el desconcierto y la incredulidad de vivir una tragedia como la ocurrida el martes. Pero hay que tener cuidado con la ayuda...

Primero: permitir que residentes en Haití pasen a República Dominicana sin el control requerido podría desatar una migración exagerada y presentarse una situación que se salga de las manos de las autoridades dominicanas.

Segundo: se entiende que por la gravedad de la situación todos los que puedan querrán ir a Haití, pero se debe tener cuidado con esto porque el número de muertos por el terremoto es y será incuantificable, durante muchos años. Podría desatarse una epidémia por los cadáveres descompuestos, lo que afectaría directamente toda persona que vaya a la zona, sin que antes se tomen las medidas de salubridad adecuadas.

Queda la posibilidad de que al iniciarse la reconstrucción -o reubicación- de la capital haitiana, se produzca una migración masiva de los haitianos que viven en la parte Este de la isla hacia su país. Los mismos brindarían sus manos para fortalecer nueva vez a su país y eso siginificaría el regreso de los tantos indocumentados que residen en República Dominicana.

Pero no todo sucedería así... ahora mismo lo que se está dando es una migración controlada de los haitianos a suelo vecino, pero una vez se solicite mano de obra para la reconstrucción de lo destruido, los que se irán serán los hombres fuertes y capaces de trabajar. Las mujeres, niños, envejecientes y minusválidos permanecerán en suelo dominicano y eso aumentaría la pobreza en el país que hoy los acoge con el corazón abierto.

La prensa española bocifera, con enfatizante berborrea, que el Estado dominicano ha cerrado la frontera dominico-haitiana para que la ayuda no llegue a su destino, pero esa versión queda desmentida en el preciso instante en que los mismos heridos han reportado que el 80% de la ayuda recibida ha sido de mano criolla.

Hay que tener presente cuándo y dónde ayudar al vecino, porque, a veces, la cura resulta ser peor que la enfermedad si no se controla la dosis inyectada.

Fuente: prensa & Estilo